Ir al cine en México se ha vuelto una actividad cada vez más tediosa, con menos satisfacciones. A lo largo de los años he ido a una cantidad (creo yo) respetable de salas de cine (respetable por la cantidad más que por la calidad) y he ido haciendome de una opinión sobre algunas de las empresas que proyectan en el DF y área metropolitana (entiéndase: Cineméx, Cinépolis, Lumiere y Cinemark).
OK, hasta hace poco mi percepción era la siguiente:
"Lumiere es como lo peorcito (creo que es sub de Cinépolis, no?), las palomas son horrendas y la proyección es pobrísima. De ahí sigue Cinemark, tienen pocas salas (pocos complejos también) y son más caras, creo. Pero las proyecciónes son buenas, sólo recuerdo una mala proyección en Cinemark: los comerciales se escucharon mejor que Zombieland en su última exhibición en Parque Lindavista). Seguimos con Cineméx: Las salas están medio austeras (por no decir chafas) y a veces tienen audios muy bajos, lo mejor son los combos (más baratos que en Cinépolis y te dan más, a veces con vaso de promoción). Y la mejor es Cinépolis, es un poco más caro que Cineméx pero lo vale hasta ahora, el refresco de combo es una monstruosidad (tienen los mejores vasos de promoción, también caros), en algunas salas hay asientos reclinables, tienen proyecciones deportivas (NFL, Champions League, Mundial 2010, WWE), asientos con portavasos, buen porcentaje de salas con 3D, complejos HASTA EN TECÁMAC!!, buena cantidad de salas en la mayoría de los complejos."
Todo iba bien en la relación Quique-Cinépolis... hasta la fatídica tarde del viernes 28 de enero de 2011. Había escuchado que, además de Let Me In(nueva versión), se estaba proyectando Let the Right One In (primera versión, la que yo quería ver), así que al ver la siguiente imagen (cartel de la que yo quería ver) me convencí de entrar.

Compramos boletos (porque cabe aclarar que no iba sólo) y todo transcurría de forma normal; hasta que, al pasar por el filtro en el que un chico toma tu boleto y lo corta por la mitad también nos fueron dados un par de lentes para proyección 3D. Ibamos con cara de "ehh?!", por un momento pensamos que tal vez podría ser 3D pero rápido asaltó el pensamiento: "Sólo te cobraron el boleto normal, Enrique. No habrían dejado pasar la oportunidad de cobrarte 25 pesos más por una proyección 3D"... ¿Qué demonios iba a pasar?
Entramos a la sala y (fuera de que teníamos lentes para 3D) todo transcurría normal, un grupo muuuuuy nutrido de los que mi (hermosa, cabe aclarar) acompañante definió como "prepubertos" entró a la sala haciendo gala de sus nulos modales y decencia (sé que este tipo de cosas no tienen que ver con la empresa que proyecta, pero también influyen) y la proyección inició: los típicos comerciales que ya ves cortados en la tele aquí te recetan hasta en la versión del director, los cortos de películas de "terror" (porque se supone que Déjame entrar es de terror, mi lic) y entre las voces de los adolescentes y el cácaro hablando de su situación laboral inició la película, que no, no era la que yo quería ver. Era el remake muy bien hecho de Matt Reeves, con Kodi Smit-McPhee y Chloë Moretz (¡Que niña tan hermosa, santo Deus!), la película me encantó: es una historia de amor antes que otra cosa, es una forma hermosa de abordar el tema de los vampiros (Ay, Crepúsculo, ¿Qué les has hecho a nuestras niñas?), es una historia de venganza (no de justicia), de golpear más fuerte, es tranquila y juguetona por momentos, muy tierna... pero no era la que yo quería ver.
Cinépolis me encantaba, ahora hay una mancha enorme cuando pienso en ellos. No es que a nadie además de mí le importe, pero con eso me basta.
Gracias.