lunes, 31 de enero de 2011

Cafeterías con pantalla

(Las opiniones vertidas en el siguiente texto son responsabilidad de quien las emite, no pretenden ser verdades universales ni estar dotadas de conocimiento absoluto del tema. Son sólo resultado de la experiencia (poca o mucha) que tiene el autor. No se pongan panks.)

Ir al cine en México se ha vuelto una actividad cada vez más tediosa, con menos satisfacciones. A lo largo de los años he ido a una cantidad (creo yo) respetable de salas de cine (respetable por la cantidad más que por la calidad) y he ido haciendome de una opinión sobre algunas de las empresas que proyectan en el DF y área metropolitana (entiéndase: Cineméx, Cinépolis, Lumiere y Cinemark).

OK, hasta hace poco mi percepción era la siguiente:
"Lumiere es como lo peorcito (creo que es sub de Cinépolis, no?), las palomas son horrendas y la proyección es pobrísima. De ahí sigue Cinemark, tienen pocas salas (pocos complejos también) y son más caras, creo. Pero las proyecciónes son buenas, sólo recuerdo una mala proyección en Cinemark: los comerciales se escucharon mejor que Zombieland en su última exhibición en Parque Lindavista). Seguimos con Cineméx: Las salas están medio austeras (por no decir chafas) y a veces tienen audios muy bajos, lo mejor son los combos (más baratos que en Cinépolis y te dan más, a veces con vaso de promoción). Y la mejor es Cinépolis, es un poco más caro que Cineméx pero lo vale hasta ahora, el refresco de combo es una monstruosidad (tienen los mejores vasos de promoción, también caros), en algunas salas hay asientos reclinables, tienen proyecciones deportivas (NFL, Champions League, Mundial 2010, WWE), asientos con portavasos, buen porcentaje de salas con 3D, complejos HASTA EN TECÁMAC!!, buena cantidad de salas en la mayoría de los complejos."

Todo iba bien en la relación Quique-Cinépolis... hasta la fatídica tarde del viernes 28 de enero de 2011. Había escuchado que, además de Let Me In(nueva versión), se estaba proyectando Let the Right One In (primera versión, la que yo quería ver), así que al ver la siguiente imagen (cartel de la que yo quería ver) me convencí de entrar.

Compramos boletos (porque cabe aclarar que no iba sólo) y todo transcurría de forma normal; hasta que, al pasar por el filtro en el que un chico toma tu boleto y lo corta por la mitad también nos fueron dados un par de lentes para proyección 3D. Ibamos con cara de "ehh?!", por un momento pensamos que tal vez podría ser 3D pero rápido asaltó el pensamiento: "Sólo te cobraron el boleto normal, Enrique. No habrían dejado pasar la oportunidad de cobrarte 25 pesos más por una proyección 3D"... ¿Qué demonios iba a pasar?
Entramos a la sala y (fuera de que teníamos lentes para 3D) todo transcurría normal, un grupo muuuuuy nutrido de los que mi (hermosa, cabe aclarar) acompañante definió como "prepubertos" entró a la sala haciendo gala de sus nulos modales y decencia (sé que este tipo de cosas no tienen que ver con la empresa que proyecta, pero también influyen) y la proyección inició: los típicos comerciales que ya ves cortados en la tele aquí te recetan hasta en la versión del director, los cortos de películas de "terror" (porque se supone que Déjame entrar es de terror, mi lic) y entre las voces de los adolescentes y el cácaro hablando de su situación laboral inició la película, que no, no era la que yo quería ver. Era el remake muy bien hecho de Matt Reeves, con Kodi Smit-McPhee y Chloë Moretz (¡Que niña tan hermosa, santo Deus!), la película me encantó: es una historia de amor antes que otra cosa, es una forma hermosa de abordar el tema de los vampiros (Ay, Crepúsculo, ¿Qué les has hecho a nuestras niñas?), es una historia de venganza (no de justicia), de golpear más fuerte, es tranquila y juguetona por momentos, muy tierna... pero no era la que yo quería ver.

Cinépolis me encantaba, ahora hay una mancha enorme cuando pienso en ellos. No es que a nadie además de mí le importe, pero con eso me basta.

Gracias.

jueves, 27 de enero de 2011

Amar

El siguiente texto no pretende encontrar el hilo negro, no quiere resolver la gran incógnita, todo lo contrario: lo que hace es preguntarse sobre todo lo que implica amar (o no), dejar las preguntas ahí para que el lector las tome y las aplique en sí mismo si lo cree apropiado. Intento explicar un poco lo inexplicable, busco dotar de prudencia y razón a lo irracional, obviamente los resultados son vagos y nada claros, cuando llega a haber resultados.

¿Qué es amar? ¿Cuándo una persona puede decir que ama? Amar, desde mi punto de vista, es un concepto muy específico. Delimitado y regulado por los usos, costumbres, prejuicios, postulados morales y creencias de la sociedad occidental (y de sus individuos como entidades independientes). Amar se entiende en la mayoría de las ocasiones como el sentimiento máximo que es capaz de experimentar un ser humano, aparentemente incondicional, aparentemente incorruptible, con características que lo ubican como el más interesante y poderoso de los sentimientos. Por otro lado, encuentro a la mayoría de los sentimientos como respuestas (momentáneas) a un estimulo, el miedo, la emoción, la melancolía, la tristeza, la alegría, etc. ¿Amar es la respuesta (momentánea) a un estímulo?, ¿qué sucede si decidimos no encasillarlo en el plano de los sentimientos? ¿Amar es un estado de la conciencia, es una condición? Como buen verbo que es implica acción (física o mental), entonces, ¿podemos decir que “amar” es algo que se hace, como por voluntad, en el momento que nosotros lo decidamos?, ¿se ama de forma constante o se trata de algo intermitente?
También, por nuestra condición de (imperfectos) seres humanos, me parece que buscar darle al amar las propiedades de incondicional o incorruptible está más relacionado con nuestra necedad (y una idealización del amor) que con razones reales, considero lejos de nuestros alcances lo absoluto de palabras como esas u otras similares que se la atribuyen al amar, y precisamente ahí es donde encuentro lo interesante. Las características no las tiene per se, sino que nosotros debemos (si queremos) esforzarnos por agregárselas, que amemos no quiere decir (¿Y quién no lo sabe?) que no podemos equivocarnos o tener deslices, en cualquier momento podemos distraernos y “traicionar” nuestros propios lineamientos y costumbres. Amar no es entrar en un terreno de seguridad de ninguna manera, implica esfuerzo y más posibilidades de deleite mutuo (también de sufrimiento). Amar puede significar un compromiso más profundo o uno más relajado, más tensión o más tranquilidad, felicidad o suplicio… Amar es un territorio de mayor conocimiento y de mayor libertad de acción, deja de ser el tren sobre la vía y se convierte en una nave en el espacio: libertad y riesgo aumentados exponencialmente.

Todo… por ahora.